La Semana Santa es uno de los acontecimientos más importantes que se dan en el Bajo Aragón, compartiendo un mismo sentimiento bajo túnicas y terceroles de diferentes colores, al toque peculiar de cada pueblo que conforman la Ruta del Tambor y el Bombo: Albalate del Arzobispo, Alcañiz, Alcorisa, Andorra, Calanda, Hijar, La Puebla de Hijar, Samper de Calanda y Urrea de Gaen.
Cuenta la tradición que es una ceremonial ancestral, aunque históricamente está datado en la época medieval, en la Edad Media cuando caballeros de las Ordenes Militares llegaron a este territorio con los dos instrumentos de percusión.
Actualmente el tambor y el bombo son símbolos de religiosidad y tradición. Durante la Semana Santa se puede escuchar "ruido", un fuerte estruendo aritmíco para expresar el profundo dolor sentido por la muerte de Jesucristo. En otros momentos suenan como un único elemento que invade todos los rincones del pueblo. Más de 16.000 tambores y bombos proclaman esta celebración.
Para los visitantes también son fechas de gran sentimiento. Para algunos es la vuelta a sus orígines, a la casa que apenas pueden visitar dos veces al año; para otros es descubrir una gran historia con siglos de tradición. Los momentos más esperados en la Semana Santa son la Rompida de la hora y las Paradas. Así, en la mayoría de pueblos que lo integran, la Rompida se celebra en la medianoche del Jueves Santo, y la Parada en el mediodía del Sábado Santo. Tres días en los que no dejan de sonar tambores y bombos pues las cofradías se van turnando para que así sea.
El cineasta calandino Luis Buñuel fue un gran difusor de la Semana Santa del Bajo Aragón a lo largo del mundo. En 2005 la Semana Santa en el Bajo Aragón fue declarada de interés Turístico Nacional.
ORIGEN DE LA TÚNICA Y DEL TAMBOR
A muchos les llamará la atención las túnicas que se utilizan en los diferentes pueblos, iguales pero de diferente color. Como ejemplo de esta vestimenta tenemos la historia de Híjar.
En el siglo XVI, Don Luis Fernández de Híjar fundó en esta localidad el convento de Nuestra Señora de los Ángeles, donde se acogía a los franciscanos encargados de organizar, con delicado y riguroso cristianismo, las procesiones de la Semana Santa. Como hasta entonces en estas procesiones solo se salía con los instrumentos metálicos decidieron añadir la túnica negra y el tercerol, además de cubrirse la cara, otorgando a la celebración un carácter más serio y sobrio.
Con respecto al tambor, en la historia de Alcañiz se tiene mucha información sobre su origen.
En el siglo XVII se inició la tradición del Vierne Santo y se instauró la procesión "El Pregón" gracias a la iniciativa de Fray Mateo Pestel, cuaresmero de la iglesia colegial de Santa María la Mayor. En aquella época salían con una trompet, dos campanas y dos timbales. Poco a poco se fueron incorporando los tambores hasta ser un elemento más de esta celebración.
¿QUÉ ES LA ROMPIDA?
Con la Rompida de la hora se inaugura el comienzo de los toques de tambores y bombos. Se inicia el Jueves Santo a las 12 de la noche, excepto en Calanda que la inauguración se da el Viernes Santo a las 12 de la mañana. En Alcañiz no se realiza la Rompida de la hora.
Con la Rompida se pasa del máximo silencio al fuerte estruendo que se va convirtiendo en toque sincronizado de tambores y bombos. Es el acto más representativo y emotivo, pues todos los participantes esperan con devoción el inicio de la Semana Santa y el sonar de sus instrumentos. A algunos visitantes les sorprende el repentino estruendo de la Rompida, por lo que tienen que taparse los oídos para suavizar un poco este ritmo inaugural.
¿QUÉ ES LA PARADA?
Con el paso del año ha ido cobrando más relevancia el momento de la Parada. Es un momento íntio y familiar ya que muchos visitantes no están presentes por desconocer este momento. Los que sí están, los participantes de siempre junto a sus familias y amigos, realizan con fervor sus últimos toques de tambores y bombos para volver al silencio absoluto. A la hora marcada dejan de sonar todos los instrumentos, escuchando como único sonido la respiración exhausta de los que han estado tocando durante los intensos días de la Semana Santa. A este asombroso silencio le acompañan los rostros cansados en un remolino de sentimientos, pues a la alegría de haber disfrutado y participado en tan intensos días se une la tristeza de recordar que los tambores y bombos no sonarán de nuevo hasta el siguiente año.